22.10.2010, 17:33
Villa, José J.
Cuba
El obrero
Ajeno de la vida a los placeres
que goza el adalid de falso brillo,
el golpe de la fragua y del martillo
es carne mutilada en los talleres.
No parece el hermano de esos seres
que encumbró la fortuna; es tan sencillo
que sube, por un solo panecillo,
la escala de los múltiples quehaceres.
Doblada la cerviz y sudoroso,
como una bestia en el trabajo ungida,
atraviesa las calles silencioso.
Pero ¡ay! lleva en el alma comprimida,
toda una tempestad: ¡el pavoroso
problema de su clase redimida!
Cuba
El obrero
Ajeno de la vida a los placeres
que goza el adalid de falso brillo,
el golpe de la fragua y del martillo
es carne mutilada en los talleres.
No parece el hermano de esos seres
que encumbró la fortuna; es tan sencillo
que sube, por un solo panecillo,
la escala de los múltiples quehaceres.
Doblada la cerviz y sudoroso,
como una bestia en el trabajo ungida,
atraviesa las calles silencioso.
Pero ¡ay! lleva en el alma comprimida,
toda una tempestad: ¡el pavoroso
problema de su clase redimida!