26.09.2010, 12:18
Gronlier, Enrique
Cuba
A la señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda en su feliz llegada
En blanca nube que esmaltada brilla,
conduce Apolo en su triunfante carro
a Tula noble en ademán bizarro
hacia las playas de la indiana orilla;
Cuba cantando a su llegar se humilla,
y entre su choza de palmera y barro
hace resuene de Almendar al Darro
el corvo caracol que da la Antilla.
Himnos de gloria en su oblación le envía
el turbio y perezoso Manzanares,
y un torrente de célica armonía
desprende la matrona de Almendares
diciendo con placer: «La poesía
tornó risueña a sus paternos lares.»
Cuba
A la señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda en su feliz llegada
En blanca nube que esmaltada brilla,
conduce Apolo en su triunfante carro
a Tula noble en ademán bizarro
hacia las playas de la indiana orilla;
Cuba cantando a su llegar se humilla,
y entre su choza de palmera y barro
hace resuene de Almendar al Darro
el corvo caracol que da la Antilla.
Himnos de gloria en su oblación le envía
el turbio y perezoso Manzanares,
y un torrente de célica armonía
desprende la matrona de Almendares
diciendo con placer: «La poesía
tornó risueña a sus paternos lares.»