25.09.2010, 09:18
La fatalidad
Negra deidad que sin clemencia alguna
de espinas al nacer me circuiste
cual fuente clara, cuya margen viste
magüey silvestre y punzadora tuna;
entre el materno tálamo y la cuna
el férreo muro del honor pusiste,
y acaso hasta los cielo me subiste
por verme descender desde la luna.
Sal de los antros del Averno oscuros,
sigue oprimiendo mi existir cuitado...
Y si sucumbo a tus decretos duros,
diré como el ejército cruzado
exclamó al divisar los rojos muros
de la Santa Salem: «Dios lo ha mandado».
Negra deidad que sin clemencia alguna
de espinas al nacer me circuiste
cual fuente clara, cuya margen viste
magüey silvestre y punzadora tuna;
entre el materno tálamo y la cuna
el férreo muro del honor pusiste,
y acaso hasta los cielo me subiste
por verme descender desde la luna.
Sal de los antros del Averno oscuros,
sigue oprimiendo mi existir cuitado...
Y si sucumbo a tus decretos duros,
diré como el ejército cruzado
exclamó al divisar los rojos muros
de la Santa Salem: «Dios lo ha mandado».