24.09.2010, 10:16
Pinto, Octavio
Argentinien
El buey zarco
Es honda noche. El buey enloquecido ronda
la casa de la estancia; roncos perros le ochean,
con su mugir parece desarraigar la fronda,
y deshacer las fieles brasas que aun cuchichean.
Ahora se da la vuelta por el río. Sostiene
de su cuello un gran yugo -hiere el yugo la tierra-,
ya chapotea el agua; de pronto se detiene.
Es sólo para alzar un mugido que aterra.
¿Qué hierba le ha embrujado? ¿Qué luna, que sonido,
ha roto de sus pasos el ritmo de guerrero
con que ahuecaba el surco cabe el arado uncido?
Es el buey zarco de la estancia. Tambaleante
baja por los riberos, recorre el campo entero
siempre mugiendo sordo, como un trueno distante.
Argentinien
El buey zarco
Es honda noche. El buey enloquecido ronda
la casa de la estancia; roncos perros le ochean,
con su mugir parece desarraigar la fronda,
y deshacer las fieles brasas que aun cuchichean.
Ahora se da la vuelta por el río. Sostiene
de su cuello un gran yugo -hiere el yugo la tierra-,
ya chapotea el agua; de pronto se detiene.
Es sólo para alzar un mugido que aterra.
¿Qué hierba le ha embrujado? ¿Qué luna, que sonido,
ha roto de sus pasos el ritmo de guerrero
con que ahuecaba el surco cabe el arado uncido?
Es el buey zarco de la estancia. Tambaleante
baja por los riberos, recorre el campo entero
siempre mugiendo sordo, como un trueno distante.