Themabewertung:
  • 0 Bewertung(en) - 0 im Durchschnitt
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
Querolt, Vicente Wenceslao: La fiesta de Venus (5)
#1
Querolt, Vicente Wenceslao
Spanien 1836 - 1889



La fiesta de Venus



I


Ya del oscuro Citerón las cumbres
bajaba el sol a trasponer, vertiendo
ríos de luz sobre los verdes mares,
cuyos abrazos lánguidos y besos


dulces y prolongados, adormecen
los grupos de las islas del Egeo.
Helios guiaba sus caballos de oro
hacia el collado de la augusta Delfos,


y en las rocas de Egina y las abruptas
cimas sagradas del antiguo Himeto
sus reflejos de púrpura bañaban


los bosques de olivares cenicientos,
por donde va, entre franjas de verdura,
del Cefiso el caudal siempre risueño.



II


Sunium extiende la azulada sombra
de su alto promontorio sobre el lecho
de las calladas ondas, y en la cumbre
blanco se eleva de Minerva el templo,


donde Platón meditabundo entabla
coloquios con las musas del silencio.
De allí descubre los pasmados ojos
todo el golfo del África, y los senos


de sus risueñas costas, y el enjambre
de sus pequeñas islas que, en el terso
cristal, parecen cual bandada de aves


fugitivas del África, que el sueño
detuvo allí una noche, y que a otros climas,
tornando el alba, emprenderán su vuelo.



III


Bajo del ancho pórtico, en las gradas
que hasta el atrio conducen, sobre el fresco
césped que brota entre las blancas piedras,
de las columnas jónicas sustento,


Platón descansa entre el amado grupo
de sus fieles discípulos, que atentos
ora a la voz de su elocuente labio,
ora el rumor del mar, que en sordo estruendo


bate del cabo las deformes rocas,
ora a las quejas lánguidas del céfiro
yacen inmobles semejando aquellas


escenas de los dioses que el eterno
cincel de Fidias, en los anchos frisos,
supo trazar del Partenón soberbio.



IV


Callados miran, de la clara tarde
a la mudable luz, tierras y cielos
prolongarse sin límites. La noche
sube ya por las faldas del Taigeto;


pero aún el rayo trémulo del día
brilla sobre el sepulcro de Teseo.
Callados miran de la mar hirviente
los vívidos cambiantes y el incierto


vaivén de sus llanuras solitarias,
que leve impulsa pasajero el viento;
cuando, en sus frescas ráfagas, la brisa


trajo a su oído el rumoroso eco
de la confusa multitud, que invade
las murallas de mármol del Pireo.



V


Largos trirremes de encorvadas proras
con la estatua de un dios, con los abiertos
velámenes de púrpura, que ciñen
cuerdas de seda pérsica, al ligero


soplo del aire henchidos; con la popa
de oro y marfil ornada, y con los remos
blancos cayendo en uniforme golpe
sobre las quietas aguas, desde el puerto


bogaban hacia el mar, y al clamoroso
grito de despedida, los viajeros
de las gallardas naves, agitando


ramas de mirto y en la sien ciñendo
frescas guirnaldas de fragantes rosas,
de, ¡adiós!, mandaban el alegre acento.
Zitieren


Gehe zu:


Benutzer, die gerade dieses Thema anschauen: 1 Gast/Gäste
Forenfarbe auswählen: