17.09.2010, 17:21
Puerto desconocido, desde donde partimos
esta noche, llevándonos el corazón opreso;
cuando estamos a bordo, y en el alma sentimos
brotar la melancólica ternura del regreso...
Silencio; tras los mástiles la luna, pensativa,
en las inquietas ondas su plenitud dilata;
y en el cielo invadido por la pereza estiva,
las estrellas fulguran como clavos de plata...
¡Oh, sentirnos tan solos esta noche infinita,
cuando, acaso, un suspiro de nuestra fe marchita
va a unirse al encantado rumor del oleaje!...
Y emprender, agobiados, la penosa partida
sin que un blanco pañuelo nos de la despedida
ni haya una voz amiga que nos grite: ¡Buen viaje!
esta noche, llevándonos el corazón opreso;
cuando estamos a bordo, y en el alma sentimos
brotar la melancólica ternura del regreso...
Silencio; tras los mástiles la luna, pensativa,
en las inquietas ondas su plenitud dilata;
y en el cielo invadido por la pereza estiva,
las estrellas fulguran como clavos de plata...
¡Oh, sentirnos tan solos esta noche infinita,
cuando, acaso, un suspiro de nuestra fe marchita
va a unirse al encantado rumor del oleaje!...
Y emprender, agobiados, la penosa partida
sin que un blanco pañuelo nos de la despedida
ni haya una voz amiga que nos grite: ¡Buen viaje!