12.09.2010, 11:42
Un creso
De la plebe en los últimos barrancos
al aire se meció mi humilde cuna;
pero tuve una idea, sólo una,
la que hay en todos, la de andar en zancos.
Pronto supe que aquí no somos mancos,
y guiñándole el ojo a la fortuna,
me encaramé en los cuernos de la luna,
vendiendo negros y comprando blancos.
Búsquele a mi tesoro el abolengo
la envidia suspicaz, que yo me río;
conozco al hombre, y con dinero vengo.
¡Dinero! A tu poder todo lo fío;
y pues el mundo sabe que le tengo,
bien puedo asegurar que el mundo es mío.
De la plebe en los últimos barrancos
al aire se meció mi humilde cuna;
pero tuve una idea, sólo una,
la que hay en todos, la de andar en zancos.
Pronto supe que aquí no somos mancos,
y guiñándole el ojo a la fortuna,
me encaramé en los cuernos de la luna,
vendiendo negros y comprando blancos.
Búsquele a mi tesoro el abolengo
la envidia suspicaz, que yo me río;
conozco al hombre, y con dinero vengo.
¡Dinero! A tu poder todo lo fío;
y pues el mundo sabe que le tengo,
bien puedo asegurar que el mundo es mío.