11.09.2010, 10:05
Miniatura
Pronto a partir, temiendo que la aurora
a sus contrarios delatarle pueda,
de pie en la escalera de torcida seda,
suspira el joven con pesar: «¡Ya es hora!»
Y envuelta en la hojarasca trepadora
que por los hierros del balcón se enreda,
con voz, la dama, entrecortada y queda
retiene al dulce bien que la enamora.
Tan solo el canto, precursor del día,
de la impaciente alondra, quebrar pudo
del furtivo coloquio el embeleso.
«¡Ya va el alba a llegar; vete, alma mía!»,
ella gimió, y en el silencio mudo
de la vencida noche, estalla un beso.
Pronto a partir, temiendo que la aurora
a sus contrarios delatarle pueda,
de pie en la escalera de torcida seda,
suspira el joven con pesar: «¡Ya es hora!»
Y envuelta en la hojarasca trepadora
que por los hierros del balcón se enreda,
con voz, la dama, entrecortada y queda
retiene al dulce bien que la enamora.
Tan solo el canto, precursor del día,
de la impaciente alondra, quebrar pudo
del furtivo coloquio el embeleso.
«¡Ya va el alba a llegar; vete, alma mía!»,
ella gimió, y en el silencio mudo
de la vencida noche, estalla un beso.