29.08.2010, 12:32
Cerda, Emilio de la
Spanien
El juicio de Phryne
De adusto tribunal en la presencia
gime y llora la bella cortesana,
que acusada de impía y de liviana
deber perder en breve la existencia.
El ruego y el ardor de la elocuencia
al defenderla Hipérides, hermana,
mas, ¡ay!, en vano, que la ley tirana
no concede al impío la clemencia.
Desesperado al fin, con mano ruda
desgarra de Phryné la vaporosa
toga y la ostenta al tribunal desnuda.
¿Condenaréis, ¡oh, Jueces!, a esta hermosa?
Exclama. Y la Asamblea absorta y muda
que a la impía juzgó, salva a la Diosa.
Spanien
El juicio de Phryne
De adusto tribunal en la presencia
gime y llora la bella cortesana,
que acusada de impía y de liviana
deber perder en breve la existencia.
El ruego y el ardor de la elocuencia
al defenderla Hipérides, hermana,
mas, ¡ay!, en vano, que la ley tirana
no concede al impío la clemencia.
Desesperado al fin, con mano ruda
desgarra de Phryné la vaporosa
toga y la ostenta al tribunal desnuda.
¿Condenaréis, ¡oh, Jueces!, a esta hermosa?
Exclama. Y la Asamblea absorta y muda
que a la impía juzgó, salva a la Diosa.