22.08.2010, 10:50
Vizcaya
Al pie de sus fruncidos campanarios, madura
Vizcaya sus chillones primaveras de infantes;
los muros haraposos, antiguos mendicantes,
duelen en una terca limosna de dulzura.
Pífanos y panderos... molinos de aventura...
chaleco que detonan en rojos insultantes.
La danza de las boinas rechina sus desplantes,
al viento de la patria que ruge de bravura.
Con el oso adivino y la mona burlesca,
abre el titiritero rostros despavoridos...
La indumentaria aúlla duelos de antigua gresca:
raptos galantes, curas, infantes, y bandidos...
Y la grega que estira la vocal pintoresca,
latiguea en «redioses», guturales chasquidos.
Al pie de sus fruncidos campanarios, madura
Vizcaya sus chillones primaveras de infantes;
los muros haraposos, antiguos mendicantes,
duelen en una terca limosna de dulzura.
Pífanos y panderos... molinos de aventura...
chaleco que detonan en rojos insultantes.
La danza de las boinas rechina sus desplantes,
al viento de la patria que ruge de bravura.
Con el oso adivino y la mona burlesca,
abre el titiritero rostros despavoridos...
La indumentaria aúlla duelos de antigua gresca:
raptos galantes, curas, infantes, y bandidos...
Y la grega que estira la vocal pintoresca,
latiguea en «redioses», guturales chasquidos.