22.08.2010, 10:43
El granjero
Isaac, Mago en la siembra, gracias al recio puño,
intuye de la geórgica progenie, línea a línea:
ama a la remolacha, buena porque es sanguínea
al apio vil y al torpe alcornoque gascuño...
Respetan por inocuo todos, su refunfuño:
el melón insinuante y la poma virgínea,
el perejil humilde y la uva apolínea
y el ajo, maldiciente canalla del terruño.
En el gesto ermitaño de la barba, su risa
desciende como un óleo de consejo y de misa...
El puede, aunque reumático, sustentar una mole;
San Isidro y las hadas miman su blanco lecho...
Y el sudor que adereza el buen pan de la prole
condecora diamantes de honradez en su pecho.
Isaac, Mago en la siembra, gracias al recio puño,
intuye de la geórgica progenie, línea a línea:
ama a la remolacha, buena porque es sanguínea
al apio vil y al torpe alcornoque gascuño...
Respetan por inocuo todos, su refunfuño:
el melón insinuante y la poma virgínea,
el perejil humilde y la uva apolínea
y el ajo, maldiciente canalla del terruño.
En el gesto ermitaño de la barba, su risa
desciende como un óleo de consejo y de misa...
El puede, aunque reumático, sustentar una mole;
San Isidro y las hadas miman su blanco lecho...
Y el sudor que adereza el buen pan de la prole
condecora diamantes de honradez en su pecho.