20.08.2010, 17:45
Las mujeres en berlina
La mujer
Libro que siempre tienes que estudiar,
de las frutas más dulces la mejor,
de los males más malos el peor,
ventura que nos puede atormentar.
Vino exquisito que se puede agriar,
posada como plomo abrumador,
ligera como efímero vapor,
manteca o rosca, miel o rejalgar.
Fatal adelfa o cándido jazmín,
cruel desgracia o mágico placer,
infierno o cielo, viene a ser en fin;
desde que el mundo es mundo, la mujer,
que para algunos es un serafín,
pero para otros es un Lucifer.
Rubias y morenas
Son las rubias mujeres deliciosas,
lánguidas, agradables, delicadas,
tan frescas, que parecen que formadas
sean de ramos de suaves rosas.
Y las morenas son... facinerosas,
que cual puñales clavan sus miradas,
pero que cuando están enamoradas
no hay ninguna cual ellas cariñosas.
A unos sólo morenas enloquecen,
pero las rubias otros, al contrario,
encuentran sólo de atractivos llenas;
buenos entrambos tipos me perecen,
y no siendo a ninguno refractario,
a mí me gustan rubias y morenas.
La insensible
Al parecer debe traerse cuenta,
cuando te de la bendición el cura,
mujer de la citada contextura,
tipo que con rareza se presenta.
Nunca la verás triste ni contenta,
y aunque no te profese gran ternura,
jamás te causará ni una amargura,
ni celosa será ni virulenta.
Te haces cargo que adquieres de por vida
ser que no huye de ti ni te desea,
estatua para adorno de tu sala
por tu nupcial contrato conseguida;
pero estatua que anda y se pasea,
viste con lujo, come y se regala.
La apasionada
La mujer que de férvidas pasiones
tiene en el alma hoguera abrasadora,
al punto que del hombre se enamora,
vive del aire, nútrenla ilusiones.
Pasadas las primeras emociones,
tanto ya te acaricia y tanto llora
que al fin su pesadez ya te encocora
al ver que ella desoye tus sermones.
Separada de ti no está un instante
y te habla de su pleito eternamente,
con tal constancia que te causa grima:
has conquistado una mujer amante,
esto es... un sinapismo, un emoliente,
que nunca, nunca te echarás de encima.
La coqueta
Buscando las posturas de más gracia,
viéndose ante el espejo complacida,
está en el tocador siempre metida,
como el doctor Garrido en su farmacia.
Allí es donde ella estudia diplomacia
y aprende a no querer y a ser querida;
allí es donde los triunfos de su vida
su vanidad, enumerando, sacia.
Allí es donde las canas le aparecen
con el tiempo y le anuncian las primeras
que va a caer del envidiado trono;
y ve que sus amantes desparecen
y que vivió una vida de quimeras
y que muere en tristísimo abandono.
La beata
No se mira a los hombres, que es pecado
el mirarlos no más públicamente,
y pecado mortal seguramente;
se mira al suelo, que es mirar honrado.
Después que la novena se ha rezado,
después de confesar diariamente,
después de comulgar cristianamente,
bien se puede mirarlos en privado.
De todo pecador ella murmura,
y como hay pecadores a millares
puede zaherir al universo en masa:
mas como tiene la conciencia pura
y como ánimas saca en los altares,
bien puede cuerpos recibir en casa.
La mujer elegante
Bien te guarde de caer bajo el influjo
de la mujer que es pobre y elegante,
de la que tiene por pasión constante
sacrificarse en aras del dios lujo.
De la que en el gran mundo se introdujo
con el objeto poco edificante
de llamar la atención a cada instante,
y en ese mundo sensación produjo:
No siente ella el cariño de la esposa,
ella en el lujo ya se ha empedernido;
no esperes que se enmienda ni corrija:
es para ella la casa fastidiosa
y prefiere al amor de su marido,
un sombrero, un abrigo, una sortija.
La mujer artificial
¿De la mujer moderna quién se fía
que a la postre no salga equivocado?
Natural antes era su peinado
y hoy es... un casco de caballería.
Corsés con embutidos en el día
gasta, para ostentar seno abultado,
y polisones huecos ha inventado
para engañar con más alevosía.
De mejunjes sin fin la faz se llena
siempre ambiciosa de aumentar su hechizo,
y rubio es hoy la que era ayer morena:
¿Qué no es capaz de hacer la que tal hizo?
Falso en ella cuanto hoy nos enajena;
¿Será también el corazón postizo?
La soltera
Ligera como un pájaro y compuesta,
siempre en la calle y siempre en el paseo,
por llamar la atención del sexo feo,
va peinada, lamida y peripuesta.
A salir de su estado está dispuesta
y acepta el amoroso devaneo
que pueda conducirla al himeneo:
Casaca busca, la cuestión es esta.
De agradar a los hombres sólo cuida
y como en este tema persevera,
halágalos en todos los sentidos:
Va a pescar en el río de la vida,
que hablando sin ambages, la soltera
es una caña de pescar maridos.
La casada
Ya el sueño de su vida ha realizado;
puede gozar de libertad sin tasa,
pues ya se convirtió en ama de casa:
¡Salió de doncellez, ya se ha casado!
Ya un ciervo con cadena ha agarrotado
del matrimonio uncido por el asa,
ya vida alegre derrochando pasa;
el pagano marido la ha salvado.
Sabe pescar un hombre la más lerda,
y aprovecharse de él la más idiota,
porque el marido tarde ya descubre,
que ella le convirtió en cero a la izquierda,
que es finca productiva que ella explota,
o paraguas que ella abre y que la cubre.
La viuda
Enlutada de pies a la cabeza,
estando siempre de llorar a punto
y recordando siempre a su difunto,
sumida vive en la mayor tristeza.
Por frecuentar los templos ella empieza
fijando su atención sólo en un punto;
para encontrar un marital conjunto
de día y noche a Santa Rita reza.
De soledad la pobre está ya ahíta
y a su tristeza busca lenitivo;
llanto de viuda es lluvia de verano;
para cesar tan sólo necesita
que reemplace al difunto cualquier vivo
y que la brinde con su blanca mano.
La suegra
Si eres hombre prudente y no bolonio
y la coyunda marital te agrada,
antes de que te apriete la lazada
pide mujer sin suegra a San Antonio.
La suegra es el mismísimo demonio
que está, cual tú, con tu mujer casada;
la suegra viene a ser punta clavada
entre la carne y piel del matrimonio.
No te cases así; piénsalo antes,
si no de tus futuros sinsabores
en tu vida ya nada te reintegra:
Dios te libre de poetas principiantes,
de abogados, de chinches, de acreedores,
de la fiebre amarilla y de la suegra.
La mujer
Libro que siempre tienes que estudiar,
de las frutas más dulces la mejor,
de los males más malos el peor,
ventura que nos puede atormentar.
Vino exquisito que se puede agriar,
posada como plomo abrumador,
ligera como efímero vapor,
manteca o rosca, miel o rejalgar.
Fatal adelfa o cándido jazmín,
cruel desgracia o mágico placer,
infierno o cielo, viene a ser en fin;
desde que el mundo es mundo, la mujer,
que para algunos es un serafín,
pero para otros es un Lucifer.
Rubias y morenas
Son las rubias mujeres deliciosas,
lánguidas, agradables, delicadas,
tan frescas, que parecen que formadas
sean de ramos de suaves rosas.
Y las morenas son... facinerosas,
que cual puñales clavan sus miradas,
pero que cuando están enamoradas
no hay ninguna cual ellas cariñosas.
A unos sólo morenas enloquecen,
pero las rubias otros, al contrario,
encuentran sólo de atractivos llenas;
buenos entrambos tipos me perecen,
y no siendo a ninguno refractario,
a mí me gustan rubias y morenas.
La insensible
Al parecer debe traerse cuenta,
cuando te de la bendición el cura,
mujer de la citada contextura,
tipo que con rareza se presenta.
Nunca la verás triste ni contenta,
y aunque no te profese gran ternura,
jamás te causará ni una amargura,
ni celosa será ni virulenta.
Te haces cargo que adquieres de por vida
ser que no huye de ti ni te desea,
estatua para adorno de tu sala
por tu nupcial contrato conseguida;
pero estatua que anda y se pasea,
viste con lujo, come y se regala.
La apasionada
La mujer que de férvidas pasiones
tiene en el alma hoguera abrasadora,
al punto que del hombre se enamora,
vive del aire, nútrenla ilusiones.
Pasadas las primeras emociones,
tanto ya te acaricia y tanto llora
que al fin su pesadez ya te encocora
al ver que ella desoye tus sermones.
Separada de ti no está un instante
y te habla de su pleito eternamente,
con tal constancia que te causa grima:
has conquistado una mujer amante,
esto es... un sinapismo, un emoliente,
que nunca, nunca te echarás de encima.
La coqueta
Buscando las posturas de más gracia,
viéndose ante el espejo complacida,
está en el tocador siempre metida,
como el doctor Garrido en su farmacia.
Allí es donde ella estudia diplomacia
y aprende a no querer y a ser querida;
allí es donde los triunfos de su vida
su vanidad, enumerando, sacia.
Allí es donde las canas le aparecen
con el tiempo y le anuncian las primeras
que va a caer del envidiado trono;
y ve que sus amantes desparecen
y que vivió una vida de quimeras
y que muere en tristísimo abandono.
La beata
No se mira a los hombres, que es pecado
el mirarlos no más públicamente,
y pecado mortal seguramente;
se mira al suelo, que es mirar honrado.
Después que la novena se ha rezado,
después de confesar diariamente,
después de comulgar cristianamente,
bien se puede mirarlos en privado.
De todo pecador ella murmura,
y como hay pecadores a millares
puede zaherir al universo en masa:
mas como tiene la conciencia pura
y como ánimas saca en los altares,
bien puede cuerpos recibir en casa.
La mujer elegante
Bien te guarde de caer bajo el influjo
de la mujer que es pobre y elegante,
de la que tiene por pasión constante
sacrificarse en aras del dios lujo.
De la que en el gran mundo se introdujo
con el objeto poco edificante
de llamar la atención a cada instante,
y en ese mundo sensación produjo:
No siente ella el cariño de la esposa,
ella en el lujo ya se ha empedernido;
no esperes que se enmienda ni corrija:
es para ella la casa fastidiosa
y prefiere al amor de su marido,
un sombrero, un abrigo, una sortija.
La mujer artificial
¿De la mujer moderna quién se fía
que a la postre no salga equivocado?
Natural antes era su peinado
y hoy es... un casco de caballería.
Corsés con embutidos en el día
gasta, para ostentar seno abultado,
y polisones huecos ha inventado
para engañar con más alevosía.
De mejunjes sin fin la faz se llena
siempre ambiciosa de aumentar su hechizo,
y rubio es hoy la que era ayer morena:
¿Qué no es capaz de hacer la que tal hizo?
Falso en ella cuanto hoy nos enajena;
¿Será también el corazón postizo?
La soltera
Ligera como un pájaro y compuesta,
siempre en la calle y siempre en el paseo,
por llamar la atención del sexo feo,
va peinada, lamida y peripuesta.
A salir de su estado está dispuesta
y acepta el amoroso devaneo
que pueda conducirla al himeneo:
Casaca busca, la cuestión es esta.
De agradar a los hombres sólo cuida
y como en este tema persevera,
halágalos en todos los sentidos:
Va a pescar en el río de la vida,
que hablando sin ambages, la soltera
es una caña de pescar maridos.
La casada
Ya el sueño de su vida ha realizado;
puede gozar de libertad sin tasa,
pues ya se convirtió en ama de casa:
¡Salió de doncellez, ya se ha casado!
Ya un ciervo con cadena ha agarrotado
del matrimonio uncido por el asa,
ya vida alegre derrochando pasa;
el pagano marido la ha salvado.
Sabe pescar un hombre la más lerda,
y aprovecharse de él la más idiota,
porque el marido tarde ya descubre,
que ella le convirtió en cero a la izquierda,
que es finca productiva que ella explota,
o paraguas que ella abre y que la cubre.
La viuda
Enlutada de pies a la cabeza,
estando siempre de llorar a punto
y recordando siempre a su difunto,
sumida vive en la mayor tristeza.
Por frecuentar los templos ella empieza
fijando su atención sólo en un punto;
para encontrar un marital conjunto
de día y noche a Santa Rita reza.
De soledad la pobre está ya ahíta
y a su tristeza busca lenitivo;
llanto de viuda es lluvia de verano;
para cesar tan sólo necesita
que reemplace al difunto cualquier vivo
y que la brinde con su blanca mano.
La suegra
Si eres hombre prudente y no bolonio
y la coyunda marital te agrada,
antes de que te apriete la lazada
pide mujer sin suegra a San Antonio.
La suegra es el mismísimo demonio
que está, cual tú, con tu mujer casada;
la suegra viene a ser punta clavada
entre la carne y piel del matrimonio.
No te cases así; piénsalo antes,
si no de tus futuros sinsabores
en tu vida ya nada te reintegra:
Dios te libre de poetas principiantes,
de abogados, de chinches, de acreedores,
de la fiebre amarilla y de la suegra.