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Mi testamento (7)
#1
Mi testamento



Por esta voluntad que el cielo ha dado
a todo racional a ser de instinto,
tan en ajuste como llevo el cinto
voy a dejar mi asunto preparado.


Y aunque a otro modo lo tenía pensado
no quiero el uso, quede, por mi extinto,
y antes de entrar al último recinto
legaré el texto como pan pintado.


Y en mi cabal sentido y mejor juicio,
ante testigos legos y notario,
haciendo un escribano el buen servicio,


empiezo yo a dictar cual legatario,
y doy comienzo y pie del testamento,
según vaya encordando el pensamiento.


Si acaso he dicho mal, no me desdigo
y a mi razón sesuda doy de abono;
que así se alzó en la tierra el primer trono,
y aquí pongo la historia por testigo.


Siga escribiendo ahí que a Dios bendigo
por su buena intención, que alto pregono;
pero los hombres, a quienes perdono,
el acta han dado al infernal amigo.


Justificado o no, con mi alegato,
dejo al sobreviviente el aire puro,
la luz, el agua, el cielo y por contrato


los dulces estrujones del futuro,
do quedarán las mil cabezas rotas,
cual la mía de ritmos y de notas.


Lego de modo igual miles dobleces,
tanto mentales como del pellejo;
mi andar solivio en ruta de cangrejo,
con cargas de joroba, las más veces.


Cojo del alma, sus amargas heces
apuradas del mal, triste y complejo,
mi física armazón hecha un reflejo,
do encorvadas las horas van en creces.


Un desarme completo de molares,
cerrado bosque de viajeros canas,
como huyendo a recintos seculares


muy lejos de horizontes y mañanas;
detrás de las sonrisas engañosas
tal cual adiós, del mundo y de sus cosas.


Asimismo en la nota hago presente
que fui en la mocedad algo amoroso:
Blasón y timbre que llevé orgulloso
por ser en esta secta el más creyente.


Rendí al amor mi lauro reverente
y no tuve razón de estar quejoso,
y si me quejo hoy, es que brumoso
me despide a ultratumba sonriente.


El consejo, por tanto, no es extraño
de este bien puro que nos dejó el cielo:
Y aparte de un revés o algún engaño


es mejor lo que existe sobre el suelo.
Por eso lo acotejo en inventario
y prosiga a otra línea el buen notario.


Como parte del texto al desligarme
de la armazón huesosa que me anima,
cumple a mi voluntad que se me exima
de al buen morir alguna ayuda darme.


Solo y tranquilo pienso trasladarme
cuando Natura la guadaña esgrima,
sin que un buen cura se me venga encima
con la santa intención de confesarme.


Si acaso busca mi último secreto,
no tengo inconveniente en darle cita,
allá por ultratumba, do prometo


ponerlo al tanto si lo solicita,
y me encuentre a su vez los pecadillos
que echó de la sotana en los bolsillos.


Fáltame tributar al auditorio
cual moderno orador, por más, sesudo,
mi estilo original del que no dudo
harán reliquias en conservatorio.


En Bellas Letras prenda de abalorio
su juicio literario irá en menudo,
basado en que cualquiera tartamudo
por literato pasa al purgatorio.


Con letra igual y causa semejante,
recomiendo mi clásico discurso, 80
que por ser del sagrario trashumante,


en pena de destierro será incurso,
y no me extrañará que en el proceso
a palos no le dejen sano un hueso.


Este es, caro lector, mi testamento,
tres días he tardado en escribirlo,
lo dejo cual nació, no he de vestirlo,
que al natural expreso lo que siento.


Bien comprendo que no es un monumento,
ni el espacio traslado como un mirlo,
y aunque del arte las celadas birlo,
de sabios que escasean, no es el cuento.


Si excomunión le cae o cosa grave,
diré que de melindres no me visto,
y como a nada nuevo doy en clave


voy con la muchedumbre do persisto,
en derrocharles cantos a mi antojo
aunque algún preceptista muestre enojo.
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