18.08.2010, 20:11
DIEGO DE SILVA Y MENDOZA,
CONDE DE SALINAS
(1564-1630)
Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón, millares de millares,
¡válgame Dios que tienen mis pesares
su retrato en el alto firmamento!
Tú, Norte, siempre firme en un asiento,
a mi fe será bien que te compares;
tú, Bocina, con vueltas circulares,
y todas a un nivel, con mi tormento.
Las estrellas errantes son mis dichas,
las siempre fijas son los males míos,
los luceros, los ojos que yo adoro;
las nubes, en su efecto, mis desdichas,
que lloviendo crecer hacen los ríos,
como yo con las lágrimas que lloro.
CONDE DE SALINAS
(1564-1630)
Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón, millares de millares,
¡válgame Dios que tienen mis pesares
su retrato en el alto firmamento!
Tú, Norte, siempre firme en un asiento,
a mi fe será bien que te compares;
tú, Bocina, con vueltas circulares,
y todas a un nivel, con mi tormento.
Las estrellas errantes son mis dichas,
las siempre fijas son los males míos,
los luceros, los ojos que yo adoro;
las nubes, en su efecto, mis desdichas,
que lloviendo crecer hacen los ríos,
como yo con las lágrimas que lloro.