18.08.2010, 18:27
EN UN CALABOZO
¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
vivir en este sucio asilo estrecho,
sintiendo sin cesar dentro del pecho
de la airada conciencia el justo cargo!
¡Cuántas horas de angustia y de letargo
ofrecerá al culpable el duro lecho,
y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
de su existencia el fin hallará largo!
Pero a mí, ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
reclino en tu tarima mi cabeza:
la culpa, no el castigo, es lo que abruma,
y rompe mi virtud toda vileza
como el alto bajel rompe la espuma.
¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
vivir en este sucio asilo estrecho,
sintiendo sin cesar dentro del pecho
de la airada conciencia el justo cargo!
¡Cuántas horas de angustia y de letargo
ofrecerá al culpable el duro lecho,
y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
de su existencia el fin hallará largo!
Pero a mí, ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
reclino en tu tarima mi cabeza:
la culpa, no el castigo, es lo que abruma,
y rompe mi virtud toda vileza
como el alto bajel rompe la espuma.