DIEGO DE SILVA Y MENDOZA,
CONDE DE SALINAS
(1564-1630)
Ni el corazón, ni el alma, ni la vida
os entregué, Señora, enteramente,
lo que de esto padece y lo que siente
quiso dejar conmigo la partidal
Parte es del fuego a vos restituida
lo tímido, lo hermoso y lo luciente;
lo claro, vivo, puro y más ardiente,
¡no hay partir que del alma lo divida!
Los asombros, congojas y cuidados,
ardientes ansias y encogidos hechos
con que continuamente me persigo,
esto no va con vos, en mí ha quedado;
lágrimas tristes que penetran cielos,
éstas corren tras vos, de mí y conmigo.
CONDE DE SALINAS
(1564-1630)
Ni el corazón, ni el alma, ni la vida
os entregué, Señora, enteramente,
lo que de esto padece y lo que siente
quiso dejar conmigo la partidal
Parte es del fuego a vos restituida
lo tímido, lo hermoso y lo luciente;
lo claro, vivo, puro y más ardiente,
¡no hay partir que del alma lo divida!
Los asombros, congojas y cuidados,
ardientes ansias y encogidos hechos
con que continuamente me persigo,
esto no va con vos, en mí ha quedado;
lágrimas tristes que penetran cielos,
éstas corren tras vos, de mí y conmigo.