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Montagú, Guillermo de: El encuentro (3) - ZaunköniG - 09.10.2010 Montagú, Guillermo de Cuba El encuentro Hermano, aguarda. Quiero descansar a la sombra del árbol milenario. Ya encontré en el camino el báculo amoroso que ayuda al peregrino a rendir su jornada. Aquí, sobre la alfombra, que bordan esmeraldas y violetas, espero. Bajo el manzano arrulla sosegada una fuente. Deja que purifique su frescor transparente mis plantas de la sangre y el polvo del sendero. Hermano, marcha solo. Un ensueño apacible encadena mi espíritu al árbol milenario. Hay un nido en las ramas y un ave que se queja. Ya no temo el cansancio. Ya me siento invencible. ¡Porque he visto al abrigo de un techo hospitalario, asomarse la vida, sonriendo, a una reja! II Serenamente casta, la paz de su belleza, tiene ese dulce encanto que redime y cautiva. No sabe de rubores su inconsciente pureza, ni sabe ser su amable sinceridad esquiva. No provoca su carne las hambres del pecado sino el místico anhelo de la santa ternura. Nunca sus labios rojos el amor ha besado, ni en su seno de virgen palpitó el ansia impura. Sus miradas tranquilas, de la madre y la esposa tienen la mansedumbre espiritual y quieta que sana las heridas y extingue todo fuego; y en su caricia fulge la llama misteriosa de esas lámparas suaves que en la noche discreta sobre el hogar derraman claridad y sosiego. III Nos pusimos de acuerdo sin habernos hablado. Cada uno esperaba ya al otro; de tal modo que fue nuestro saludo la vuelta del pasado, y cuando nos miramos, lo sabíamos todo. Así, sencillamente, bajo el árbol divino se celebró la misa de nuestros esponsales. Junto a la humilde fuente nos bendijo el Destino y un diluvio de rosas floreció en los rosales. Y después... comulgaron unidas, en la sombra nuestras dos almas sobre la perfumada alfombra; y, descifrando el viejo secreto de la vida, a través de la noche silenciosa, emprendieron la marcha lentamente... hasta que se perdieron en el santo refugio de la paz escondida... |