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Los doce meses (12) - ZaunköniG - 04.09.2010 Los doce meses Enero Bate la nieve los tejados, dura, del aire hendiendo la flotante niebla, y de sus copos nítidos se puebla la extensa tierra con sutil albura. Alfombra cubre, de vivaz blancura el yerto suelo que mortal despuebla y de la noche en la letal tiniebla se oculta el mundo con fatal tristura. Así el destino inexorable y rudo al hombre, el cielo de la dicha vela y con las nieves del dolor, austero, en el invierno de la vida, crudo, marchita el alma y de pesar la hiela. ¡Qué también tiene el corazón su Enero...! Febrero Fue en una noche de Febrero umbría cuando una vez te vi. ¿Lo has olvidado? Del Norte, el cierzo, que soplaba helado, nuestros nerviosos cuerpos atería. Tenue rubor, de púrpura teñía tu encantadora faz, y emocionado, vi que volviste el rostro avergonzado que de mi erótica mirada huía. Otro Febrero, para mí, muy triste, con un Pierrot traidor y divertido en tumultuoso Carnaval, -¡me acuerdo!- mi amor burlaste, y de mi amor huiste... Por eso, aun, de tu traición herido, cuando Febrero llega, te recuerdo. Marzo Pasó por fin la tenebrosa era de los fríos, las nieblas y la bruma; cantan las aves de dorada pluma en la florígera y vivaz pradera. Flagrante el Sol, en la celeste esfera, la tenue escarcha del albor abruma, y en el espacio diáfano se esfuma, dejando paso ya a la Primavera. Naturaleza, embellecida, torna a vestirse de galas y primores de ingente luz y de gallardas flores. Renueva el campo y el collado adorna con capullos de vívidos colores porque ya Marzo plácido retorna. Abril Como gallardo paladín, que al freno de su corcel asido se abalanza y el campo de la guerra, presto, alcanza llevando el corazón de sueños lleno, del tiempo, Abril, en el eterno seno, en su carro flamígero se lanza de rayos al través y alegre avanza, flores al mundo y luz brindando ameno. ¡Oh, dulce Abril que iluminó los días de mi niñez feliz...! ¿Por qué no envías tu brillantez al corazón ajado, como a la fronda tus fulgores baña y de mi pecho apartas empañado las negras brumas que mi vida empañan? Mayo Mayo gentil, que el corazón renueva, cual de Natura renovó las rosas... Tus frescas flores son más olorosas que las que Dios en el Edén dio a Eva. ¡Oh, mes que tornas, imperial, con nuevas vestiduras de galas ostentosas, por ti exhala sus rimas melodiosas el ruiseñor que el pensamiento eleva...! Ya que disipas de la vida el llanto que al corazón marchita, acoge el canto, si el alma al cielo de placer la encumbras. Porque no al mundo sólo, tú deslumbras...! que en misteriosa inspiración y encanto también la muerte del poeta alumbras. Junio Recuerdo bien, que en estival aurora en un alegre huerta, en vacaciones, dado a un amor que me engendró ilusiones, -¡Oh, abnegación felice del que adora!- «-Mira... A esta golondrina enseño, ahora, a mensajera fiel de mis pasiones... Cuando vuelvas al aula y las lecciones embarguen tu atención, hora tras hora, no te verás de su presencia falto, con nuevas en tu pico». Dijo, y, suelta, la golondrina de que habló, dio un salto, crespó las plumas, y voló muy alto... Fue en Junio y hoy con la ilusión disuelta en vano espero su anhelada vuelta. Julio De tu divina efigie en la tarjeta, preciosa frase de pasión grabaste; y tras tu firma, luego que fechaste besé la copia de tu faz coqueta. «-Por largos años estará sujeta tu vida a mi existencia -suspiraste- o apagárase, en mágico contraste, mi firma, con mi amor, toda completa». Ya ha vuelto el mes aquel, de mí, más caro; más fiel es Julio, pues tu amor se ha ido, como se apaga en lontananza un faro. Mas, ¡ah!, tu juramento te ha vendido, tu firma, con tu amor, ya se ha extinguido, y ¡qué casualidad! Julio está claro. Agosto Agosta el campo, desde el ígneo cielo, del sol la lumbre que vivaz fulgura y abrasador de la feraz llanura la flor marchita y descolora el suelo. Detiene el águila caudal su vuelo, buscando amiga sombra en la espesura, y entre las breñas de la selva oscura da tregua el pastorcillo a su desvelo. Así, es un campo el corazón humano; amor, un sol que, fulgurante, quita las sombras de su cielo soberano. Mas nada agosta, en su feliz alarde: ¡qué el sol de amor, si como Agosto arde, jamás la flor del corazón marchita...! Septiembre Meses en que los mares dieron perlas y bandos de corales arrastraron, y que al par con la vida germinaron ilusiones que el mar no pudo henderlas. ¡Cómo gozara el corazón al verlas, meses que dulces dichas provocaron, si las horas felices que pasaron, con los meses pudiéramos volverlas...! Que el corazón de zonación escaso guarda quimérico, por siempre, acaso, tristes recuerdos, de escapada gloria... Así, en efluvios de ilusión, por eso, tengo a Septiembre siempre en la memoria, pues me diste en Septiembre el primer beso. Octubre Pliegan las naves sus rendidas alas, y de su garbo, Otoño, las despojas, y al aire dando sus marchitas hojas denudas a Natura de sus galas. De la pradera en las ardientes salas, hálitos de letal pereza arrojas, y cuando aquí, devorador, te alojas, mortales soplos, por doquier exhalas. También de amor, el corazón se hastía, y, por pasiones impelido, ciego, en sus abismos hondos se desvía. Y al fin marchito y agostado luego ¡tenemos!, ¡ay!, en la vejez impía..., marchito el corazón de tanto fuego...! Noviembre ¡Oh, cementerio, templo de los yertos...! De Noviembre en el triste desvarío, hacia tu seno tétrico y sombrío nos arrastró el amor de nuestro muertos. Sobre tus sauces de sopor cubiertos, los agoreros pájaros de estío discurren en tu seno, yerto y frío, y salmodian sus lúgubres conciertos. Entre las sombras de tu seno, inciertas, tristes presagios de pesar, despiertas; porque la mente de dolor transida sufre por cosas que creyera inciertas... ¡Ay! En la lucha cruenta de la vida, ¡cuántas almas que viven, están muertas...! Diciembre Diciembre dio de nieve a la alta cumbre gruesa mortaja blanca y aterida, y en la ciudad alegre y divertida se agita sin cesar la muchedumbre. Arde, el amor de la caldeante lumbre, de Noche Buena el pan. Pascua es florida, y Humanidad de regocijo henchida en cada hogar, de paz pone vislumbre... Mas del festín en la feliz locura no todos gozan. Solitario llora víctima triste de la suerte impura, un pobre viejo que gimiendo implora sin pan, ni lumbre; sin amor, ni cena...,- [. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ] |