Luzbel en la redención (3) - Druckversion +- Sonett-Forum (https://sonett-archiv.com/forum) +-- Forum: Sonett-Archiv (https://sonett-archiv.com/forum/forumdisplay.php?fid=126) +--- Forum: Sonette aus romanischen Sprachen (https://sonett-archiv.com/forum/forumdisplay.php?fid=857) +---- Forum: Spanische Sonette (https://sonett-archiv.com/forum/forumdisplay.php?fid=403) +----- Forum: Autoren B (https://sonett-archiv.com/forum/forumdisplay.php?fid=563) +------ Forum: Baralt, Rafael Maria (https://sonett-archiv.com/forum/forumdisplay.php?fid=509) +------ Thema: Luzbel en la redención (3) (/showthread.php?tid=7520) |
Luzbel en la redención (3) - ZaunköniG - 22.08.2010 Luzbel en la redención I Muere Jesús y al punto estremecida siente crujir la esfera su cimiento; enmudece la mar, párase el viento; viste de luto el sol su luz querida. Los muertos en sus tumbas por la vida asaltados se ven, y hondo lamento mustia levanta al alto firmamento la tierra toda en su Hacedor herida. Del redentor la sangre gota a gota se derrama en Luzbel, y su tortura descubre y su terror así el precito. Nunca, ¡oh Dios!, el hombre agota tan sólo mi dolor por siempre dura inmortal como tú, cual tu infinito. II Y una voz le responde: «En medio al coro de los benditos ángeles un día, tu belleza sin par resplandecía como en lóbrega noche ígneo meteoro. Fugaz como él, riquísimo tesoro perdió de gracia y luz tu rebeldía; y el que al trono de Dios cortejo hacía bajo al abismo en sin igual desdoro. Allí tu reino; allí de tu delito, y del antiguo honor cruda memoria: allí eterno dolor, eterno llanto. De tu rabia feroz vano es el grito: venció la cruz, y su inmortal victoria para el hombre es salud, para ti espanto. III Ni de sangre siquiera horrible llanto en los ávidos ojos embargada yace la lengua, y al feroz mirada fija y sin luz, rebela su quebranto. Así en presencia del Madero Santo, su primera sentencia renovada oye Luzbel, y con la faz velada lloran los justos infortunios tanto. Blasfemando de Dios alzan empero «Derribaré la Cruz, dice, y triunfante en trozos mil la arrojaré al profundo...» Mas, ¿cómo ¡ay me!, sin arrancar primero de sus eternos quicios de diamante al alto cielo, el anchuroso mundo? |