02.10.2010, 14:24
Méndez, Evaristo
Argentinien
La montaña
Ya viste su coraza de nevada el gigante
Tupungato, y duerme en su lecho milenario.
Es un bruñido espejo la nieve y la distante
luna refleja en ella su rostro visionario.
Precursor de tormentas, da su gran voz vibrante
el viento, y va arrastrando por el enorme estuario
del valle, su armonía quejosa y sollozante,
quejosa y sollozante por el enorme estuario...
De las nubes desfilan las fantásticas tropas;
en retirada llevan sus desgarradas ropas,
van despacio, esperando que llegue la luz diurna.
Y con hondo cansancio, con enorme desvelo,
va tan sólo la luna peregrinando el cielo
en esa formidable desolación nocturna...!
Argentinien
La montaña
Ya viste su coraza de nevada el gigante
Tupungato, y duerme en su lecho milenario.
Es un bruñido espejo la nieve y la distante
luna refleja en ella su rostro visionario.
Precursor de tormentas, da su gran voz vibrante
el viento, y va arrastrando por el enorme estuario
del valle, su armonía quejosa y sollozante,
quejosa y sollozante por el enorme estuario...
De las nubes desfilan las fantásticas tropas;
en retirada llevan sus desgarradas ropas,
van despacio, esperando que llegue la luz diurna.
Y con hondo cansancio, con enorme desvelo,
va tan sólo la luna peregrinando el cielo
en esa formidable desolación nocturna...!