23.09.2010, 20:06
Maturana, José de
Argentinien
En la sala de juego
Rodeada está la mesa de atentos jugadores
sobre el tapete oscuro la luz discreta baja;
cien ponen toda su vida en la baraja
y ella es laca suerte que brinda sus amores.
Hay un silencio extraño. Los graves talladores
revuelven de su mazo la pintoresca faja;
las manos dan posturas, el cerebro trabaja,
y suenan las monedas y fichas de colores.
Ya así, la muda reina, Fortuna la inconstante,
girando se halla en torno de cada concurrente
como en torno a las luces la mariposa errante.
Y entre monedas, fichas, baraja y suerte loca,
el hombre allí clavado, cual bestia impenitente,
¡no sabe alzar al triunfo la voluntad de roca!
Argentinien
En la sala de juego
Rodeada está la mesa de atentos jugadores
sobre el tapete oscuro la luz discreta baja;
cien ponen toda su vida en la baraja
y ella es laca suerte que brinda sus amores.
Hay un silencio extraño. Los graves talladores
revuelven de su mazo la pintoresca faja;
las manos dan posturas, el cerebro trabaja,
y suenan las monedas y fichas de colores.
Ya así, la muda reina, Fortuna la inconstante,
girando se halla en torno de cada concurrente
como en torno a las luces la mariposa errante.
Y entre monedas, fichas, baraja y suerte loca,
el hombre allí clavado, cual bestia impenitente,
¡no sabe alzar al triunfo la voluntad de roca!