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Normale Version: El hábito hace el predicador
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El hábito hace el predicador


Del órgano calló la voz süave
que, en acentos de mística armonía,
sollozos y plegarias esparcía
bajo los arcos de la esbelta nave.


Silencio, oscuridad... Austero y grave,
subió al púlpito un monje... Parecía
que, ante él, la multitud se recogía
ansiosa de saber... lo que no sabe.


El misterio de Dios... Lo que no enseña
esa mísera ciencia balbuciente,
que, aspirando a ser grande, es tan pequeña...


Pero ¿oísteis sermón más elocuente?...
dadme un áspero sayo de estameña
y haré un predicador de un penitente.