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Normale Version: Tarde antillana (4)
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Tarde antillana


La tarde se pasea como convaleciente
por el verdor espeso de los cañaverales...
Desflécase una lluvia de menudos cristales;
y el paisaje retiembla como a través de un lente.


Las chimeneas rojas de la fábrica ingente
dan la impresión de un barco que espera las señales
para zarpar, y cuyas campanas funerales
de vez en cuando vuélcanse acompasadamente.


Tal cual palmera impone contra el cielo su estampa
de abanicos, que luce calado el varillaje.
Las nubes fugan... Chillan los insectos... Escampa.


Y un acordeón rústico alarga un danzón vago,
que se disuelve sobre la angustia del paisaje
como un jirón de niebla sobre la paz de un lago.





Renunciamiento. Anchura para nuestras miradas
y oración para el duelo de nuestros corazones.
Es la hora propicia de las meditaciones,
de los poetas tristes y de las bienamadas...


En los cañaverales se oyen chocar espadas;
en las nubes se miran galopar escuadrones;
y las rubias palmeras fingen crin de leones
que sacuden al aire sus cabezas colgadas...


¡Oh visión opresora de la muerte del día
sobre el campo! ¡Oh tristeza que difunde lo verde
dilatándose bajo esta parada agonía!...


La añoranza imperiosa... La esperanza tardía...
La emoción que se agranda... La extensión que se pierde...
Y un murmullo que empieza: -Dios te salve, María...





... ¡Llena eres de gracia, madre Naturaleza!
Tú pones en mis ojos este Edén no perdido;
tú pones las más hondas palabras en mi oído:
tú pones el más alto laurel en mi cabeza.


Y desde que en ti acaba todo lo que en mí empieza,
te hago saber ahora lo que de ti he aprendido:
sólo por ti mi verso tiene este buen sentido
de la melancolía bajo la fortaleza...


Naturaleza madre: todo mi amor es tuyo...
En los cañaverales soy un vivaz cocuyo,
que horada la espesura con un furor cruel.


Y en las palmeras sueño con la triunfal entrada
en el corazón mismo de la mujer amada
de besos tropicales más dulces que la miel...





El acordeón rústico envuelve en un son lento
y monótono el alma del paisaje sensual:
es un danzón que ondula como una cinta el viento
o como el rizo de una fontana de cristal...


La tarde se deshoja, con el recogimiento
de una monja que sueña lejos del bien y el mal,
y la eglógica música aletarga el momento
y circunscribe toda la vida tropical.


Acordeón, que tienes vaivenes de resaca:
algo hay en ti que rima con la nerviosa hamaca,
en donde la pereza se mece en blando son...


Así, bajo el penacho de familiar palmera,
mientras se va muriendo la tarde, el alma entera
del trópico, parece que rima una canción.