11.09.2010, 12:53
Crónica
Nació el príncipe. Fueron sus glorias vislumbradas
por astrólogos sabios en las altas regiones,
y al borde de su cuna los más preciados dones
de la vida pusieron complacientes las hadas.
Mas, envidiosa, luego una vieja hechicera
maléfico conjuro lanzó sobre su frente,
y anuló las virtudes del mágico presente
haciendo que el cuitado usarlos no supiera.
Y aunque tuvo los medios de alcanzar la victoria,
no supo conseguirla; luchó triste y vencido,
toda su vida esclavo de la atroz maldición.
Como él soy yo. Su historia es mi doliente historia;
la dicha que era mía conquistar no he sabido,
víctima de esa extraña, fatal condenación.
Nació el príncipe. Fueron sus glorias vislumbradas
por astrólogos sabios en las altas regiones,
y al borde de su cuna los más preciados dones
de la vida pusieron complacientes las hadas.
Mas, envidiosa, luego una vieja hechicera
maléfico conjuro lanzó sobre su frente,
y anuló las virtudes del mágico presente
haciendo que el cuitado usarlos no supiera.
Y aunque tuvo los medios de alcanzar la victoria,
no supo conseguirla; luchó triste y vencido,
toda su vida esclavo de la atroz maldición.
Como él soy yo. Su historia es mi doliente historia;
la dicha que era mía conquistar no he sabido,
víctima de esa extraña, fatal condenación.