29.08.2010, 15:58
Colorado, Vicente
Spanien
Anima stultorum
¡El alma es inmortal!, me repetía
un necio que conmigo disputaba;
y mi razón ante él se sublevaba
con frases de amarguísima ironía.
¡Qué el alma es inmortal!, yo me decía;
esa sola desdicha nos faltaba,
que el necio (y de hito en hito le miraba)
llegase a eternizar su tontería.
Después me habló de Dios (¡era preciso
oírle) y de las penas del Infierno,
y dijo lo que quiso y como quiso;
mientras que yo, para mi fuero interno,
como Dante, leí en el Paraíso
estas palabras: Tonticomio eterno.
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Anima stultorum
¡El alma es inmortal!, me repetía
un necio que conmigo disputaba;
y mi razón ante él se sublevaba
con frases de amarguísima ironía.
¡Qué el alma es inmortal!, yo me decía;
esa sola desdicha nos faltaba,
que el necio (y de hito en hito le miraba)
llegase a eternizar su tontería.
Después me habló de Dios (¡era preciso
oírle) y de las penas del Infierno,
y dijo lo que quiso y como quiso;
mientras que yo, para mi fuero interno,
como Dante, leí en el Paraíso
estas palabras: Tonticomio eterno.