29.08.2010, 08:23
En la Parasceve
Dicen que el Tracio fue tan inspirado
poeta, que al tañer su blanda lira
llevaba en pos de sí (¡dulce mentira!)
la selva, el arroyuelo y el collado.
¡Vate, no tú, por vates sublimado!
Aquel cisne divino cuando expira
el sí, por más que el báratro conspira,
se atrajo el universo consternado.
Al resonar su postrimer acento,
despierta el mar y airado se incorpora
enviando a las estrellas su lamento;
el Infierno sus pérdidas deplora;
treme la Tierra en su hondo firmamento,
y en luto el cielo con los astros llora.
Dicen que el Tracio fue tan inspirado
poeta, que al tañer su blanda lira
llevaba en pos de sí (¡dulce mentira!)
la selva, el arroyuelo y el collado.
¡Vate, no tú, por vates sublimado!
Aquel cisne divino cuando expira
el sí, por más que el báratro conspira,
se atrajo el universo consternado.
Al resonar su postrimer acento,
despierta el mar y airado se incorpora
enviando a las estrellas su lamento;
el Infierno sus pérdidas deplora;
treme la Tierra en su hondo firmamento,
y en luto el cielo con los astros llora.