29.08.2010, 08:23
De Murmurios de la selva
Dejó en Tesalia un cazador garrido,
bajo al móvil sombra de un manzano,
a su hijo, mientras va por monte y llano
una perdiz siguiendo hasta su nido.
Al volver, ¡oh dolor!, le ve ceñido
por las espiras de dragón tirano;
¡era padre!, al carcaj llevó la mano,
trémulo el brazo, el corazón transido.
La flecha embebe al arco; y con tal arte
la fuerza mide y el impulso pesa,
que tan sólo al dragón, certero, hiere.
Así Dios el socorro nos imparte
cuando nos mira del infierno presa;
y vive el hombre y la serpiente muere.
Dejó en Tesalia un cazador garrido,
bajo al móvil sombra de un manzano,
a su hijo, mientras va por monte y llano
una perdiz siguiendo hasta su nido.
Al volver, ¡oh dolor!, le ve ceñido
por las espiras de dragón tirano;
¡era padre!, al carcaj llevó la mano,
trémulo el brazo, el corazón transido.
La flecha embebe al arco; y con tal arte
la fuerza mide y el impulso pesa,
que tan sólo al dragón, certero, hiere.
Así Dios el socorro nos imparte
cuando nos mira del infierno presa;
y vive el hombre y la serpiente muere.