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Normale Version: Sitios y escenas de Orizaba y Córdoba (6)
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Sitios y escenas de Orizaba y Córdoba


Las cumbres de Aculcingo


Desciende de la excelsa cordillera
al valle profundísimo el camino,
trozando bosques de laurel y pino
que revisten sus cumbres y ladera.


Baña de luces la inflamada esfera
el uno y otro monte convecino,
y el arroyo que baja cristalino
y el pintoresco pueblo y la pradera.


Y prosigue la senda dilatada
entre las aguas y la arboleda umbría
que llenan de frescura la cañada;


y al fin de la calzada y la alquería
descúbrese la villa celebrada,
mansión feliz de la adorada mía.



La cascada de Barrio Nuevo


Crecida, hinchada, turbia, la corriente
trocos y peñas con furor arrumba,
y bate los cimientos y trastumba
la falda, al monte de enriscada frente.


A mayores abismos impaciente
el raudal espumoso se derrumba:
la tierra gime, el eco que retumba
se extiende por los campos lentamente.


Apoyado en un pino el viejo río,
alzando entrambas sienes, coronadas,
de ruda encina y arrayán bravío,


entre el iris y nieblas levantadas,
ansioso por llegar al mar umbrío,
a loas ondas increpa amotinadas.



El camino de Orizaba a Córdoba


Del Orizaba fértil a la espalda,
que erizada de cedros se defiende
de los rayos del sol, la vía se extiende
de una a la otra ciudad, sobre la falda.


El naranjo sus ramas de esmeralda,
y el plátano vivaz sus hojas tiende
aquí y allí. De trecho en trecho pende
la hiedra, que hace al valladar guirnalda.


Por ingenios de caña y cafetales,
ya mansos, ya turgentes, van los ríos,
que más allá despeñan sus raudales;


y cabañas, ganados, laboríos,
pueblos, valles y alturas desiguales
encantan por doquier los ojos míos.



El viento sur


Sobre el coro de estrellas que fulgura
do el Centauro del Sur gira despacio,
sale el Austro feroz de su palacio,
numen terrible de venganza dura.


Blondo el cabello, armada la cintura,
sus ojos como llamas de topacio,
volando, dejan ver en el espacio
los pliegues de su roja vestidura.


Abre a un punto las puertas a los vientos,
arrebata las plantas y las flores,
amenaza turbar los elementos;


y doblando sus iras y furores,
esparce en remolinos turbulentos
aridez, sequedad,, polvo y ardores.



El viento norte


El retirado Bóreas que en los Triones
impera, anciano, con dominio pleno,
hace llamar así con voz de trueno
las nubes en espesos escuadrones.


A mantener sus triunfos y blasones
terrible se adelanta, aunque sereno,
y a su adversario, de despecho lleno,
arroja a las antárticas regiones.


Tendido pabellón de gruesa niebla
vela su cana frente veneranda,
y larga barba que su rostro puebla;


y de su trono, entre las nieves, manda
que de a la tierra su frescor la niebla,
y riego el cielo con su lluvia blanda.



Una tempestad, de noche, en Orizaba


El carro del Señor, arrebatado
de noche, en tempestad que ruge y crece,
los cielos de los cielos estremece,
entre los torbellinos y el nublado.


De súbito, el relámpago inflamado
rompe la oscuridad y resplandece;
y bañado de luces, aparece
sobre los montes el volcán nevado.


Arde el bosque, de viva llama herido;
y semeja de fuego la corriente
del río, por los campos extendido.


Al terrible fragor del rayo ardiente
lanza del pecho triste y abatido,
clamor de angustia la aterrada gente.