04.11.2007, 21:30
A MI QUERIDA.
Ven, dulce amiga, que tu amor imploro:
luzca en tus ojos esplendor sereno,
y baje en ondas al ebúrneo seno
de tus cabellos fúlgidos el oro.
¡Oh, mi único placer! ¡Oh, mi tesoro!
¡Cómo de gloria y de ternura lleno,
extático te escucho, y me enajeno
en la argentada voz de la que adoro!
Recíbate mi pecho apasionado;
ven, hija celestial de los amores,
descansa aquí, donde tu amor se anida.
¡Oh! Nunca te separes de mi lado;
y ante mis pasos, de inocentes flores
riega la senda fácil de la vida.
Ven, dulce amiga, que tu amor imploro:
luzca en tus ojos esplendor sereno,
y baje en ondas al ebúrneo seno
de tus cabellos fúlgidos el oro.
¡Oh, mi único placer! ¡Oh, mi tesoro!
¡Cómo de gloria y de ternura lleno,
extático te escucho, y me enajeno
en la argentada voz de la que adoro!
Recíbate mi pecho apasionado;
ven, hija celestial de los amores,
descansa aquí, donde tu amor se anida.
¡Oh! Nunca te separes de mi lado;
y ante mis pasos, de inocentes flores
riega la senda fácil de la vida.